Bienvenida

Publiqué este blog como un ejercicio en un curso de estos de “formación permanente”: las cien horas que hay que hacer para tener sexenios. Nunca me pareció serio. Siempre pensé, además, que el sentido de un blog para comunicarse con ocho alumnos, a los que ves cuatro horas a la semana, es muy discutible… Lo que tenga que decir, o hacer, o exigir, lo puedo hacer mejor y más cómodamente, cara a cara. Aún más, comparto a medias la opinión, que alguna vez oí, de que un blog es una muestra y una obra de egolatría –aunque no fuera mi caso. Y para acabar, no tengo cuenta en ninguna red social –ni facebook, ni twitter, ni tuenti. También prefiero, a los pocos amigos que tenga, tenerlos cara a cara.

Subí al blog lo exigido, los cuatro cachivaches –gadget- que “la casa” provee. Y así ha estado, apenas sin usar todo este tiempo. Aún así, las entradas están etiquetadas: si algún alumno quiere buscar información relevante o material específico para su curso, puede picar la etiqueta correspondiente.

Ahora, y a pesar del pudor que me provoca esta decisión (por aquello de la egolatría), en vez de borrarlo, he pensado en utilizarlo para publicar lo poco que tenga que decir: mis opiniones sobre la educación, sobre lo que me sucede como profesor (educador, como se dice ahora), lo que me sugiere lo que leo sobre educación… Iba a escribir que no creo que estas opiniones importen a nadie…, lo he escrito, y escrito queda; pero tampoco me importa, o mejor: menos me importa eso. El imposible anonimato –el propio vehículo, y las técnicas de búsqueda en él, lo impiden- me da la falsa confianza que preserva el pudor que antes confesaba.

Después de esta declaración de principios, iré pues subiendo esas opiniones. La primera entrada es la propia crítica al rimbombante título de este blog: " ¿Conocimiento y entorno?... ¿Qué entorno?". Luego vendrán más.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Descubrir el Mediterráneo... para reposar en sus orillas.


El otro artículo, al que me refería dos entradas más arriba, también está escrito por una autora, en este caso argentina (no lo dije: la otra autora era española). Es una elaboración sobre los resultados PISA de ese país. Analizando varianzas y covarianzas entre y dentro de las escuelas, llega a la sorprendente conclusión de que “la segregación estudiantil por nivel socioeconómico” permite suponer “que los jóvenes de bajo estatus socioeconómico enfrentan un doble riesgo educativo: a la desventaja inicial relacionada con su contexto social y familiar desfavorable se suma la probable asistencia a centros con una población estudiantil más vulnerable y la exposición a efectos de pares negativos.”
Lo cito textualmente, para evitarme tener que re-escribirlo; pero aunque el “permite suponer” no esté entrecomillado, respeta también –o esa es mi intención- el lenguaje y la intención de la autora.
Este artículo no me llamaría la atención si sólo resaltara lo obvio, con el abundante y bien sabido rigor científico al uso. Tal vez yo pueda estar resentido por no haber alcanzado éxito en una carrera académica; pero ese resentimiento no me ciega: la investigación avanza, y a pesar de todo lo vacuo que pueda haber en la política de escuela (la alta, no la escuela que de verdad me importa), este mecanismo de tener que producir y publicar y revisar y participar en esa comunidad científica, es el mejor camino históricamente conocido para el progreso científico –conocimiento, en suma- de la humanidad (soy honesto).
Lo que me llamó la atención son las dos afirmaciones con que al final discute sus propios hallazgos.
La primera deja una sombra de duda sobre los propios resultados de la investigación, pues según ella “las asociaciones [encontradas] entre los distintos factores y el rendimiento educativo […]no pueden interpretarse en términos de causalidad, [ya que el estudio es de] naturaleza no experimental”.
Ahora la cita textual no la justifico por pereza, pues de hecho el texto este reordenado, si no por respeto a una opinión con la que no estoy en absoluto de acuerdo: ¿qué tópico epistemológico (esdrújula sobre esdrújula) impide aceptar una conclusión deducida honestamente de una observación?, ¿qué es sino una observación instrumentalizada el análisis correlacional de unos datos?, ¿qué esperanza de objetividad y validez universal –mayores que los que con su metodología ha obtenido- piensa extraer de experimentos de pedagogía, o de sociología de la educación o de psicología social?
Si el análisis es honesto, claro está, como así lo parece. Y esta afirmación podría no tener importancia: un prurito de escrúpulo, una pose purista de científica seria… Pero más adelante afirma “que no es sencillo a partir de esta noción definir recomendaciones de política concretas, ya que debe encontrarse una forma de armonizar la protección de la igualdad con la libertad de elección escolar […] Esto es importante porque la intervención orientada a reducir la segregación educativa podría ir en detrimento de los intereses y las prácticas de ciertos sectores… Y se atreve a recomendar “un pacto social que equilibre los derechos individuales con la búsqueda de una mayor equidad.”
He recortado las citas. La autora puntualiza que un centro segregado de élite repercutirá positivamente en los propios alumnos que lo habiten. Y sería, por tanto, injusto obstaculizar esa autosegregación en aras de una mayor equidad, supongo.
He sido injusto en el título. Escribí “para reposar en sus orillas”. No, la autora no se solaza en la ribera: propone una acción concreta: alcanzar “un pacto social”. Dicho todo esto, con el mayor sarcasmo.
Pero todo es cuestión de voluntad política.

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