Bienvenida

Publiqué este blog como un ejercicio en un curso de estos de “formación permanente”: las cien horas que hay que hacer para tener sexenios. Nunca me pareció serio. Siempre pensé, además, que el sentido de un blog para comunicarse con ocho alumnos, a los que ves cuatro horas a la semana, es muy discutible… Lo que tenga que decir, o hacer, o exigir, lo puedo hacer mejor y más cómodamente, cara a cara. Aún más, comparto a medias la opinión, que alguna vez oí, de que un blog es una muestra y una obra de egolatría –aunque no fuera mi caso. Y para acabar, no tengo cuenta en ninguna red social –ni facebook, ni twitter, ni tuenti. También prefiero, a los pocos amigos que tenga, tenerlos cara a cara.

Subí al blog lo exigido, los cuatro cachivaches –gadget- que “la casa” provee. Y así ha estado, apenas sin usar todo este tiempo. Aún así, las entradas están etiquetadas: si algún alumno quiere buscar información relevante o material específico para su curso, puede picar la etiqueta correspondiente.

Ahora, y a pesar del pudor que me provoca esta decisión (por aquello de la egolatría), en vez de borrarlo, he pensado en utilizarlo para publicar lo poco que tenga que decir: mis opiniones sobre la educación, sobre lo que me sucede como profesor (educador, como se dice ahora), lo que me sugiere lo que leo sobre educación… Iba a escribir que no creo que estas opiniones importen a nadie…, lo he escrito, y escrito queda; pero tampoco me importa, o mejor: menos me importa eso. El imposible anonimato –el propio vehículo, y las técnicas de búsqueda en él, lo impiden- me da la falsa confianza que preserva el pudor que antes confesaba.

Después de esta declaración de principios, iré pues subiendo esas opiniones. La primera entrada es la propia crítica al rimbombante título de este blog: " ¿Conocimiento y entorno?... ¿Qué entorno?". Luego vendrán más.

lunes, 26 de mayo de 2014

Evidencia, evidencia, evidencia...


Comencé a escribir una recensión de la obra de Hattie, que en una entrada anterior comenté. Una especie de ejercicio académico. Luego lo pensé mejor…, ¿qué sentido tiene elaborar una reflexión como una nota bibliográfica, y anotarla además?
Se me ocurrieron, entonces, multitud de ocurrencias sarcásticas, no solo inapropiadas, injustas. Retomé algunas de las opiniones de aquella recensión: Hattie escribe con claridad y soltura, con el dominio que da haber dedicado mucho tiempo y trabajo y ocupar la “posición” que permite elaborar y defender una teoría. Es un trabajo respetable, aunque el discurso sea limitado –por su alcance, no por su contenido-, y por lo mismo criticable: por la distancia entre la pretensión, el aparato y la ostentación por un lado; y los hallazgos, resultados y conclusiones, por otro.
Resumo el trabajo. Hattie dice no pretender agobiar con datos, pretende elaborar una teoría de la educación, que propone, incluso, antes de analizar bastante pormenorizadamente las variables dependientes de los alumnos (“a su pesar”, las más relevantes), del hogar, de la escuela, de los profesores, o del currículo. Y en esa primera exposición de la teoría “avanza” un primer resultado (o confirma un “axioma”): cualquier “cosa” funciona. En otras palabras, “cada maestrillo tiene su librillo” (o en el lenguaje pedante al uso: “el propio hecho de escolarizar –de formalizar el aprendizaje- funciona”). Esta confirmación le permite situar un umbral para las variables que realmente condicionan las prácticas de enseñanza-aprendizaje; y entre ellas determina –cómo no- muchas que se localizan en profesores y maestros –confirma también, pues, la expectativa cínica de quien con cierta familiaridad se acerca a cualquier trabajo de pedagogía: que ciertamente de los profesores o maestros depende gran parte del éxito educativo-.
Luego, al final, presenta la teoría: lo esencial es que la enseñanza-aprendizaje sea visible; que los profesores sepan que están allí para enseñar, quieran enseñar, actúen en consecuencia y transmitan esta voluntad a la comunidad educativa; que los alumnos sepan que están allí para aprender, quieran aprender y que, hagan lo que hagan (obviamente con la voluntad más coaccionada, con el nivel de responsabilidad que puede exigírseles), actúen para aprender.
No es mucho, y además, de alguna manera, remite al “librillo”. Pero, en todo caso, es mucho mejor de lo que otras partes se lee.
Me parece absurdo, repito, que en esta anotación realice una crítica más profunda, la que puedo hacer al desarrollo positivo del trabajo, a la metodología o al contenido material del mismo. Me iba a permitir solo una enmienda a la totalidad pedante, en parte anunciada en el título de esta entrada, referida a las “evidencias” y de lo que de ellas se deriva, ilustrándolas con aquellas “constatadas” en las observaciones astronómicas anteriores al milquinientos, y con las tablas y artilugios a los que dieron pie; pero no soy capaz de articularla bien. De todas formas, esta crítica a la acumulación de epiciclos (de la que tanto deben saber los del CERN) requiere de mi parte mayor “investigación” y prudencia, un trabajo que podría titularse más o menos como : “De la reiteración del método y de los márgenes de la academia”; o “Las garantías del rigor y la precisión”, o “La razón de la explicación, y la explicación de la razón”; o …; pero todo esto está ya muy manido, y más en esto de la pedagogía o de la educación.

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