Bienvenida

Publiqué este blog como un ejercicio en un curso de estos de “formación permanente”: las cien horas que hay que hacer para tener sexenios. Nunca me pareció serio. Siempre pensé, además, que el sentido de un blog para comunicarse con ocho alumnos, a los que ves cuatro horas a la semana, es muy discutible… Lo que tenga que decir, o hacer, o exigir, lo puedo hacer mejor y más cómodamente, cara a cara. Aún más, comparto a medias la opinión, que alguna vez oí, de que un blog es una muestra y una obra de egolatría –aunque no fuera mi caso. Y para acabar, no tengo cuenta en ninguna red social –ni facebook, ni twitter, ni tuenti. También prefiero, a los pocos amigos que tenga, tenerlos cara a cara.

Subí al blog lo exigido, los cuatro cachivaches –gadget- que “la casa” provee. Y así ha estado, apenas sin usar todo este tiempo. Aún así, las entradas están etiquetadas: si algún alumno quiere buscar información relevante o material específico para su curso, puede picar la etiqueta correspondiente.

Ahora, y a pesar del pudor que me provoca esta decisión (por aquello de la egolatría), en vez de borrarlo, he pensado en utilizarlo para publicar lo poco que tenga que decir: mis opiniones sobre la educación, sobre lo que me sucede como profesor (educador, como se dice ahora), lo que me sugiere lo que leo sobre educación… Iba a escribir que no creo que estas opiniones importen a nadie…, lo he escrito, y escrito queda; pero tampoco me importa, o mejor: menos me importa eso. El imposible anonimato –el propio vehículo, y las técnicas de búsqueda en él, lo impiden- me da la falsa confianza que preserva el pudor que antes confesaba.

Después de esta declaración de principios, iré pues subiendo esas opiniones. La primera entrada es la propia crítica al rimbombante título de este blog: " ¿Conocimiento y entorno?... ¿Qué entorno?". Luego vendrán más.

martes, 10 de diciembre de 2013

La escuela y el sistema escolar de estado.


El primero artículo al que me refería en la entrada anterior, compara la enseñanza de la Historia en Chile y en España. La autora no justifica la elección: ha sido cuestión de oportunidad. Los currículos, vistos objetivamente desde la legislación reproducida en los anexos, no pueden ser formalmente más disímiles: el español en la verborrea “cognitivo-conceptual” que aún impregna las legislaciones dependientes de la LOGSE; el chileno en la arcana tradición de corte positivo-cognitivo-conductista que recuerda a los programas renovados de la EGB (LGE). A pesar de reconocer esta diferencia formal, la autora afirma que ambos currículos no se diferencian tanto, ni en el fondo, ni en la práctica…
De la lectura del artículo no se deducía nada. La autora podía haber afirmado lo contrario, si hubiera partido de otro enfoque conceptual, como ella misma apunta (desde otro “paradigma” –utilizando este término pudorosamente olvidado). Me pareció un banal enredo de palabras para justificar una conclusión preconcebida: la “obvia” permanencia de ciertos valores tradicionales, y del currículo oculto. Tengo que explicarme: valores que asocia a la estructura social del estado: el partir de lo próximo, el “naturalizar las estructuras orgánicas” (es una glosa sarcástica en jerga joseantoniana, no viene así en el original)-, no necesariamente valores conservadores o declaradamente ideologizados (iba a escribir ideológicos; pero es posible que para la autora todos los valores sean ideológicos)…
La autora puede tomar esta posición de corte libertario (es un decir). Pero entonces no tiene sentido analizar sistemas escolares de estado… Todos los históricamente conocidos vendrán a converger, salvo, tal vez, el que (o lo que) la revolución cultural maoísta pudo ensayar. La autora no propone alternativas. No era la finalidad del artículo. Pero son esas alternativas las que yo querría analizar.
¿Y, entonces? ¿Es posible otra escuela?; y ¿cómo?, ¿solamente un currículo de nuevo cuño, o cambiando ineludiblemente la estructura y la organización y los espacios?; y ¿cuándo?, ¿tras un cambio social revolucionario, o en un proceso de aculturación acelerada de integración de comunidades indígenas, o justamente para provocar el cambio social?
Todo son interrogantes. Sin sorna, y en serio: “habría” que querer, claro. Y habría que querer… qué.

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