Bienvenida

Publiqué este blog como un ejercicio en un curso de estos de “formación permanente”: las cien horas que hay que hacer para tener sexenios. Nunca me pareció serio. Siempre pensé, además, que el sentido de un blog para comunicarse con ocho alumnos, a los que ves cuatro horas a la semana, es muy discutible… Lo que tenga que decir, o hacer, o exigir, lo puedo hacer mejor y más cómodamente, cara a cara. Aún más, comparto a medias la opinión, que alguna vez oí, de que un blog es una muestra y una obra de egolatría –aunque no fuera mi caso. Y para acabar, no tengo cuenta en ninguna red social –ni facebook, ni twitter, ni tuenti. También prefiero, a los pocos amigos que tenga, tenerlos cara a cara.

Subí al blog lo exigido, los cuatro cachivaches –gadget- que “la casa” provee. Y así ha estado, apenas sin usar todo este tiempo. Aún así, las entradas están etiquetadas: si algún alumno quiere buscar información relevante o material específico para su curso, puede picar la etiqueta correspondiente.

Ahora, y a pesar del pudor que me provoca esta decisión (por aquello de la egolatría), en vez de borrarlo, he pensado en utilizarlo para publicar lo poco que tenga que decir: mis opiniones sobre la educación, sobre lo que me sucede como profesor (educador, como se dice ahora), lo que me sugiere lo que leo sobre educación… Iba a escribir que no creo que estas opiniones importen a nadie…, lo he escrito, y escrito queda; pero tampoco me importa, o mejor: menos me importa eso. El imposible anonimato –el propio vehículo, y las técnicas de búsqueda en él, lo impiden- me da la falsa confianza que preserva el pudor que antes confesaba.

Después de esta declaración de principios, iré pues subiendo esas opiniones. La primera entrada es la propia crítica al rimbombante título de este blog: " ¿Conocimiento y entorno?... ¿Qué entorno?". Luego vendrán más.

martes, 31 de diciembre de 2013

La mejora de la calidad educativa


No quiero que estas reflexiones sean como el artículo de periódico de provincias que exige el retruécano, la ocurrencia ingeniosa o la salida de tono –como el humor al uso del público que lo consume: hablar de lo que todo el mundo habla, y de lo que se tiene que opinar. Pero sobre la nueva Ley de “Mejora” de la Calidad Educativa todo lo que se me ocurre es de lo que acabo de hablar: “Mejora”, que a mí me suena a nombre de vaca de cría o de ordeño excelente –la opuesta a la “peora”-, la que más produce. Esto –producir- es lo que supuestamente la nueva ley procura. Algo no raro a las leyes educativas. Las leyes organizan, ordenan o prohíben. Y como no soy ingenuo –aunque sea bienintencionado- no puede suponer de antemano que esa organización, ordenación o prohibición pretenda siempre mejorar las condiciones de vida de la gente… ¿Qué es la calidad de educación, además? Se puso de moda hablar de “calidad de vida” –decía un amigo arquitecto que como si la vida fuera carne de ternera-, y lo que se vendían eran adosados en zonas suburbiales (pero; a pesar de la introducción del modelo foráneo, el término suburbio no mejoró su significado, se inventó otro: urbanización). Calidad es un sustantivo abstracto, que hace referencia justamente a lo propio, a la cualidad de alguien –en principio, luego de algo: la bondad es la calidad de bueno. ¿Qué es, entonces, repito, “calidad de educación”? ¿Cómo es la educación que no parece educación?, ¿del mismo modo que no parece carne de ternera la que es de mala calidad?
Teresa, mi mujer, lo tiene claro: calidad de algo es lo que una mayoría de personas  puntúa alto en una escala tipificada de ítems… Y eso es justamente lo que parece que estos sujetos –lo que han legislado- entienden…, salvo por lo de “mayoría de personas”. Calidad de educación es supuestamente alcanzar altas puntuaciones en los indicadores de calidad… Pero la forma más rápida de alcanzar altas puntuaciones no es modificando las conductas que deberían ser notadas por los indicadores, sino los indicadores mismos (es fácil, si el indicador es la matrícula de alumnos extranjeros, se matricula a los alumnos extranjeros a cualquier costa, no se modifican las condiciones docentes que deberían atraerlos).
Pero no puedo criticar aquí esos supuestos indicadores de calidad educativa. Ni siquiera, el concepto en sí. Lo hice en una tesis de grado –una tesina, que decían-, a la que por cierto dieron premio extraordinario en la universidad. Afirmo, para quien le interese mi opinión, y en línea con las anteriores reflexiones publicadas en este blog, que la educación es una cuestión de voluntad política y de honestidad, cuestión que desgraciadamente no le importa a nadie… Les importa, como ya he apuntado, la formación de sus hijos. Y en línea con esta afirmación puedo criticar la ley, con la misma falta de ingenuidad, aunque con igual bonhomía: cómo es como esta ley pretende mejorar lo que sus mismos redactores consideran calidad educativa.
Porque el sistema educativo español puede mejorar. Debe mejorar, seguro. Hay una contradicción insalvable entre el espíritu “progre” que lo diseñó en los años  ochenta del pasado siglo y el posibilismo burdo que trata de acomodarlo a la realidad capitalista neoconservadora de estos inicios del siglo XXI. Pero yo no puedo aceptar que la solución sea facilitar la voladura del sistema, favorecer una supuesta autonomía de centros que provocará finalmente que sean los de siempre los que gocen de educación de primera, y sean los de siempre los que sufran una educación de circunstancias. Tan escandalosa es esta constatación por ley de que se tendrá que concertar a los centros del Opus Dei que segregan a los alumnos por sexo, o que podrán seleccionar los directores de centros  públicos a sus oportunos profesores -al margen de “concursos centralizados públicos”-, que los otros aspectos ideológicos (la redención de la asignatura de Religión, principalmente) se me antojan matices pintorescos de la España eterna de aguafuerte y claroscuro… Ni siquiera tengo claro si la ley resuelve convenientemente –aún adelantando a los quince años el paso a la formación profesional- la imposibilidad de promocionar con tres asignaturas pendientes y de repetir más de una vez en los cursos correspondientes. Ni tengo clara la necesidad de adelantar a cuarto de enseñanza secundaria la diversificación… Me duele, todo ese retroceso de universalidad y comprensividad educativas; no creo que sea una buena solución a la contradicción que antes apuntaba; pero, repito nuevamente, estos debían haber sido los temas de debate, el objeto de una nueva ordenación del sistema. Aspectos importantes, solucionados a su manera; pero, sobre todo, emborronados por una aterradora visión ideológica e ideologizada de la educación. Pero no soy ingenuo: la ley nunca ha sido garantía para todos, toda ley ha sido siempre garantía de unos cuantos.

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